Ya he vuelto. He apurado hasta el último momento para marcharme, como cuando de pequeño bebía la leche despacito, para que no se acabara pronto.
Siendo sincero, al pisar de nuevo la acera del pueblo, pensé en lo bonita que me parece mi casa cuando le incide el sol de poniente.
Una vez dentro, besos y saludos, y al sofá.
Y dentro de mí un vacío muy grande, capaz de crear el eco eterno.
Ya fuera de casa, sales con la esperanza de que las cosas hayan cambiado.
Lo bueno sabes que no lo hará nunca; tus amigos serán siempre igual, te recibirán con los brazos abiertos, y a los dos minutos, te encuentras con una cerveza en la mano y les ves como si no hubiera pasado todo este tiempo separados, como si ayer nos hubiéramos visto.
Esa parte sabía que iba a ser igual que antes.
Vuelves a casa ilusionado, con la idea de que ojalá los "conocidos, que no amigos" y su forma de ser hayan cambiado, de que haya armonía en lugar de miradas desafiantes, y risas en lugar de palabras estúpidas y sinsentidos.
Hoy me he desengañado. Nunca cambiará nada. Ellos seguirán siendo la misma escoria que son y han sido durante todos estos años.
No me gusta este lugar. Volveré a partir de hoy lo que sea necesario.
Sueño con viajar, pero no siempre al mismo sitio como acostumbro a hacer cada viernes.
Quiero comprar un billete de ida... y ya pensaré si compro el de vuelta.
Quiero ir al sur a dedo, quiero vivir una temporada en el norte, quiero que muchas personas se olviden de mí, y otras tantas quieran conocerme, como yo os quiero conocer a vosotros...
Concluyo diciendo que
cada vez
odio más
la palabra
Volver...
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