15 de junio de 2012

Siesta

No dormimos demasiado aquella tarde. Ella todavía finge que sí lo hizo, como si yo no supiera adivinar que su respiración entrecortada era falsa. Tras un eterno silencio, llegaron los abrazos.
Y ella puso el despertador a las 5 menos 5. Me contó que lo hizo porque a las 5 llegaría el fin del mundo, y ella quería estar con el pelo bien peinado. Yo me quedé saboreando una bonita frase de sus labios que nunca existió
Mientras tanto mi mano paseaba, y desataba cualquier nudo que hiciera que mis dedos no pudieran cabalgar a sus anchas por el infinito desierto de su espalda.

"Y después, para qué más detalles. Ya sabéis: copas, risas excesos... cómo van a caber tantos besos en una canción?"


El Seco desierto desapareció, dando paso a un vendaval, un frenesí, una batalla , un tornado, un huracán. 
El clima tornó hacia un caluroso humedal, abrasante, pero con un toque de limón refrescante al final.
Ahora mis dedos clamaban piedad, ahogados en el puro cenagal de su cuerpo. No les fue concedida.
El frenesí estaba loco, el huracán, increíble.


Ya no recuerdo nada de aquello.
Vuelta a la normalidad, al tráfico, al sinsentido, al estudio incoherente de planetas allí arriba, a los libros, a la paz interior, al propio engañamiento.

Fin