30 de enero de 2012

No se mañana, se de hoy

Escuchar otra vez esa maldita canción
sería volver de nuevo al fallo positivo.
Dejar de acostarme al lado izquierdo
y de susurrar versos a la luna.

Cada vez que algo nuevo asoma el umbral
de la cordura de mi mente
se asemeja a algo ya escrito ya dicho
ya pensado por otros previamente

El diluvio amenaza con no llegar al cauce
del río que moribundo asoma
sus orillas vegetales para ver que hay más allá
de su eterno discurrir.

No queda agua en estos lares
vacíos, agotados, huecos
de un genio que los despierte

20 de enero de 2012

Mis temores

Él no teme a la soledad. Camina por las aceras, las cree suyas, y se detiene a saludar a cualquiera que se tercie. No es enemigo de nadie y amigo de mucha gente, aunque mira con recelo las caras de aquellos que sabe serían capaz de apuñalarle la espalda a la vuelta de la esquina.

No teme al frío, es más, lo aprecia como ente renegado y objeto de odio, y se abriga en su gélido abrazo. Él es capaz de detener los segundos, saboreándolos antes de que se derritan y se olviden para siempre en las memorias de los viajeros.

No tiene un domicilio fijo, aunque le cuesta hacer de su noctámbulo hábitat un acogedor hogar. Pero nunca olvida de dónde vino, ni olvida a los suyos.

Él ama muchas cosas, pero sobre todo ama la música. Le gusta notar el mástil de una guitarra deslizándose entre sus dedos, y sentirse en armonía con las notas que crea. En especial, le gusta sentir la melodía dentro de sí, a altas horas de la madrugada, con el silencio puro de la noche helada, alentado bajo el triste halo de una farola.

Él también ha amado y ama a muchas mujeres. Le gusta saber de ellas, estudiar sus inquietudes, y ayudarlas en sus dificultades. Cada canción le recuerda a una de sus amigas, y cada canción es especial. Como ven, todo lo que él ama está en relación. Él siente que su corazón es alegre e irradia alegría, y eso supone una gran cantidad de amor que regalar. Pero él no es egoísta y prefiere compartirlo mejor que guardárselo todo para sí.
Tampoco es especialmente bueno en nada, pero procura saber un poco de todo. Quizá le juzguen por "el que mucho abarca poco aprieta", pero a él nunca le importó lo que otras lenguas pudieran escupir acerca de él.

Intenta alegrar el día a aquellos que amanecen con caras largas. No suele pedir nada a cambio de lo que da, y eso produce en él, de vez en cuando, una sensación de abatimiento, como un ave herida de un flechazo.

Él no ha encontrado todavía su camino, ni está preocupado por ello en demasía. Quizá sea un ingenuo, o un irresponsable, pero le gusta caminar por el sendero que le está guiando hasta el momento. ¿Qué a dónde le llevará? Sólo los sabios de las montañas conocen la respuesta a su destino.

Nunca trata de obrar mal, y si alguna vez se equivoca, es porque se ha dejado llevar por las ninfas del deseo, la alegría, el placer o la avaricia, aunque él sabe arrepentirse y nunca esconde la palabra del perdón.

La verdad es su emblema y ha aprendido a usarla como su mejor arma, afilada frente a las mentiras de los demás.

No trata más que disfrutar de estas vacaciones que la muerte le ha concedido, hacer amigos y descubrir enemigos, debido a su devoción hacia el ser humano. Confía en las personas hasta que no le demuestren lo contrario, lo que le ha llevado muchas veces a sufrir un revés.

Él vive feliz, y lleva su ritmo. Está acompasado con el vaivén de las mareas y el susurro de los bosques.
Él no os olvida, nunca lo hará.