¿Qué hay?
Eco
¿Quién hay?
Nadie
¿Quién eres?
El Meteco
¿Qué eres?
Aire
Soy la faramalla que se junta en el otoño
que hace el amor con otras hojas
compartiendo su destino unos segundos,
ingrávida
y al instante, de todas ellas se divorcia.
¿Qué buscas?
Agua.
¿Qué temes?
Traiciones
¿Qué amas?
Nada.
¿Qué sufres?
Tentaciones.
Soy el fuego de un corazón podrido
que llena de hedor las calles del vecindario.
Soy el que comprende en qué se ha convertido
este mundo anónimo, egoísta, estrafalario.
¿Dónde estás?
In Arcadia ego
¿A dónde vas?
No lo sé
¿Cuándo irás?
Sé que no llego
¿Con quién irás?
Con el café de ayer.
Temo y me falta una letra en el verbo.
Temo al día, al sol, a la noche y a sus gatos
Pero, ¿por qué temo, si ya estoy perdido?
Mi pluma dice que vuestros ojos mediocres son ingratos.
16 de enero de 2014
12 de enero de 2014
A un olmo seco
A un Olmo seco- Antonio Machado
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
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