15 de agosto de 2012

Sonnets to Laura

"El Mito de Sísifo.


Como castigo por engañar a los dioses, en el Inframundo, Sísifo fue obligado a empujar una enorme  piedra cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de alcanzar la cima, la piedra siempre rodaba hacia abajo, y éste tenía que empezar de nuevo su labor; y así por los siglos de los siglos."







Esa borrosa silueta que se convirtió en princesa una tarde en un bar y cayó conmigo, de la mano, en otra absurda trampa de Cupido vuelve hoy a mi mente.

No sé cuánto tiempo ha pasado ya desde que el hierro de nuestro enlace se oxidó, y nuestras cadenas cayeron con un ruido sordo al enfangado suelo de aquella tarde de Febrero. Un otoño frío nos acercó, y al abandonarnos a la farsa y la desazón, a tirar de la cuerda más que el otro, alardeando nuestra superioridad, fue lo que llevó a la distancia desde aquel invierno.

La indiferencia del resto del mundo ante nuestro amor hizo que las cadenas fueran pisoteadas por las bestias de carga, los transeúntes despistados, los niños jugando a la pelota... Las cadenas, nuestro lazo, oxidadas, cayeron en el olvido de todos.

De todos menos de una persona. Ese soy yo. Yo vuelvo todas las noches a desenterrar las cadenas, que me devuelven a tiempos en los que, curiosamente, el resto del mundo iba a mejor; como Sísifo me castigo a mi mismo reviviendo hechos que ya deberían estar guardados en un almacén de aeropuerto, donde se encuentra cualquier cosa inesperada.

¿Estaré condenado a la eternidad?

Desenvaino las cadenas apelmazadas, las limpio, quito las briznas de hierba y seco el fango que las rellena, para ver una vez más su brillo de plata bajo la luz de la luna. Y es que no hay ni una sola noche de verano, ni una turbia mirada en mi espejo en que no piense en ti, Laura, en tener esa sonrisa otra vez a mi lado. Cada noche me desvelo, muero un poquito y revivo pensando en lo que nunca pudo haber sido, en lo que sería si yo hubiera sido un poco más tú, y tú hubieras sido un poco más yo.

Soy error. Me repito periódicamente, y fallo, tropiezo. No sé si vuelvo a levantarme o simplemente me tambaleo como un abstemio que finge haber estado bebiendo. No lo sé. Por ello vuelven mis fantasmas, los míos y los tuyos, y con ellos eternamente espero a que llegue la hora de mi redención.

Esta vez la roca ha llegado ya al fondo de la pradera; y por ello escribo estas líneas. Pero sé que no es el final y ahora comienza una dura escalada hasta la cima del Olimpo. Por ello no quiero vaciar mi tintero, sino rellenarlo, con alguna lágrima entre la tinta azul de mis venas.

Soy para ti el recuerdo de una vez primeriza, una piedra arrojada al vacío, un candado con abrefácil amarrado a los barrotes de un puente de hojarasca sobre un arroyo, ya seco.