13 de julio de 2011

De náufragos perdidos...

Y pretenden que hoy me acuerde de la cordura
cuando parten los trenes que un día pude coger
y me arrepiento ahora, buceando en la amargura
sin abrir el correo, ni llegar al expresso del amanecer

Son tres las historias que aquel mendigo cuenta
con su alma enérgica de joven, y su cara de viejo
y al mirar a este anciano que no inventa
me veo de nuevo reflejado en el espejo

Son bohemias baladas de gallos
que no anuncian el alba,
de relojes de arena
que se paraban
de náufragos perdidos en aguas extranjeras
que volvían abatidos
pero disfrutaron del calor
de las mejores sirenas.

Son lobos aullándole a las dos lunas de Enero
son mercaderes ambulantes del destino, del te quiero
son galeones encallados en las rocas de mi alma
son historias de mi vida, que parecen no encontrar la calma

11 de julio de 2011

Oh Capitán, mi Capitán

Hoy me apetece perderme.
Da igual el lugar, y el medio de transporte.
No necesito a nadie hoy. Llevo un tiempo al borde del abismo, parecía que esta vez un vientecillo fugaz me susurraba que esta vez sí, que era el momento.
Que los engranajes ya estaban rodando, y todas las piezas sobre el tablero dispuestas...

Dispuestas para arrastrarme a una inevitable derrota.
Me siento como si hubiera perdido, aunque no haya finalizado todavía la partida.
Pero sé que no aguantaremos mucho más.

Una luz se atisba al final del prado, ahora ensombrecido por nubes negras
Nos queda un duro camino, un largo ascenso sobre la loma.
Y tarde o temprano, llegará el final.

Pero no hay que quedarse en ese punto del camino; sería demasiado fácil atascarse en el bucle infinito de la desolación, dejándonos llevar por la locura de los que están en la misma situación que nosotros.
La filarmónica ya está preparada para interpretar el Requiem, y el cielo truena como si los dioses del Valhala estuvieran en una última disputa, en el definitivo juego por la supervivencia.

Debemos estar fuertes y preparados para el momento, inminente y tenebroso.
Pero reitero y no pierdo mi esperanza en esa joven ilusión que se divisa más allá del dolor. Volverá la sonrisa a nuestros corazones y todo se aclarará y volverá a su orden lógico, al reinicio del ciclo de la vida, del juego del cual todos formamos parte, y del cual no podemos abdicar.

Una última despedida, un abrazo eterno en el ocaso de una vida, un viaje pacífico y tranquilo, carente de equipaje, al filo del collado, sin rumbo, sin dirección...
Pero repleto de Libertad.